Como palomitas nos atropellamos buscando las ofertas especiales de las grandes superficies; aún quienes estamos tras bambalinas, acudimos buscando el santo grial en una ganga, algún descuido de uno de estos grandes y amarillos almacenes (quienes no dan puntada sin dedal, pues hay costos considerables para tener el derecho celestial de ser “codificados”).—Por cierto, la paloma estaba mercando en el éxito.
El día de la carne… vamos, la semana del “cuco”… vamos, el madrugón de los anticonceptivos… vamos…
Y bueno, si el público está tan cautivo, en pasillos tan angostos, con un servicio al cliente tan flojo (por lo menos en la ciudad de Cali, otras ya han están trabajando eso), porqué no pensar en un autoservicio que vuelva a lo que era “el mercado” cuando antaño nos dio la gana de aglomerarnos en pueblos y ciudades.
Una gran superficie rodeada de elementos que mantengan tráfico alto y que permitan descentralizar las actividades de las marcas, permitiéndoles espacios donde comunicar/activar con diferenciales sus mensajes…
Lo que aquí garabateamos reza así, como en las páginas sociales, de izquierda derecha pueden encontrar un parque para que los divorcios se turnen el encuentro quincenal con sus hijos, y luego vayan a mercar; una plaza pública para que Gef haga un concierto si quiere… y deje de estorbar en los pasillos; un Ágora para espectáculos públicos, oratoria, teatro, música... y para que más allá de asistir a exposhagai… vayamos a comer cultura (la cual puede generar capital, aunque no lo crean); un edificio con salones donde se enseñe /kunfú/, /fenchui/, /sharpei/, modelaje, teatro, danzas, bisutería… etc; un edificio de parqueaderos… doh; y un gimnasio… una superficie abierta 24 horas… para una gran ciudad… exceso de utopías… cultura y empresa privada es difícil que vayan de la mano… las ideas no cambian el mundo… los lectores se aburren…
Gracias por su compra.
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